martes, 30 de julio de 2013

Atardecer

El día transcurre sentada frente al monitor, alguno que otro juego para liberar el estrés, muchas gráficas por hacer, descargar, analizar, mucho texto, mucha letra, y mucho brillo para la hipermetría.

El día va avanzando a paso lento, con una que otra conversación que te alienta y un poco de ausencia que te desanima.

Un par de miradas a través de la ventana, para observar la calidez del día y tan solo imaginarla, mientras adentro consume el frió del aire acondicionado. No es una jornada muy agobiante en comparación a otros oficios, pero es una jornada lo suficientemente difícil, al no poder disfrutar de ese cielo despejado que vez día a día por la ventana.

Cuando menos lo esperas el día termina y sales a la calle, un bochorno rico te golpea la cara y por fin respiras aire puro y empiezas a tener una buena temperatura en el cuerpo, pareciera como si todo ese aburrimiento, estrés o cansancio, desapareciera al poder disfrutar de ese aire, de ese ruido, de las personas.

Empiezas a mover cada uno de tus músculos, se van estirando a medida que camino hacia el metro, a mezclarme con una cantidad de gente de todas las clases sociales, altos, bajos, gordos, flacos, negros (sin ser racista), blancos, turistas, humildes, extraños, la mayoría de ellos caminando con afán, como si huyeran de ese largo día de trabajo, como con miedo de que los alcance, quizá con ganas de reunirse con sus familias, hijos, o quizá a llegar a sus casas solos, a comer algo, a dedicarse a descansar, y ahí estoy yo, mirando a cuanta persona puedo, mirando su afán, mirando al que hace deporte, al que escucha música, al buen conductor y por supuesto al que no puede parar de pitar.

Para mi salir del trabajo resulta una experiencia fascinante, no porque muera de ganas por huir de la oficina o porque me desespere por llegar a mi casa, sino porque, me gusta sentir la calidez que entrega esta ciudad trajinada, su trafico, su ruido, su viento, sus olores, sus colores, y ahí esta, últimamente ese atardecer, donde el cielo me entrega una mezcla de colores fascinantes, miro alrededor y sigo viendo como la gente solo camina y camina no miran el cielo, me pregunto, acaso no ven?, acaso no ven como las nubes se van poniendo anaranjadas, algunas azules e incluso manchas rojas se ven, acaso no ven esa maravilla?...

Yo lo disfruto, despacio antes de entrar en ese vagón, lleno de gente cansada, desesperada, lleno de olores de todo tipo, personas serias, alegres, enojadas, calladas, conversando, durmiendo, antes de presenciar todo eso, presencio esa maravilla que Dios me entrega, ese bello atardecer, cargado de colores y voy viendo como el sol se va ocultando, y los rayos entregan en lo mas infinito de ese cielo un sinfín de colores vivos, que me llenan de paz y me recargan toda esa energía que perdí mientras estaba en la oficina.

Hoy ha hecho un bonito día, lo he visto a través de las persianas, hoy también guardo la esperanza de volver a ver ese atardecer, ese que Dios me regala tras la larga jornada laboral.


(Tome esta foto, no fue la mejor de ese atardecer que vi, lo puedo asegurar, pero es perfecta, se ve el sol y sus rayos, se ven los arboles, la nube con un tono entre gris y azul y esa pinta roja, a parte que se ven los cables de esa ciudad estresante pero fantástica, una mezcla de todo, todo lo que puedo vivir al atardecer.)

Eliiana García

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